jueves, 27 de agosto de 2009

III




Desde la pequeña apertura de su tienda Girean observaba el ocaso, ensimismado y sumido en pensamientos a veces melancólicos.

Ahora era joven pero una vez aun lo fue más. Recordaba su pasado, la inocencia y despreocupación de la infancia, a pesar que desde pequeño ya se había enseñado que su vida no sería fácil y que debería sobrevivir en vez de vivir en el mayor de los casos.
Sus padres, más bien, padres adoptivos, los Dunian lo encontraron entre los restos de una villa de las montañas Durazk incendiada, atacada por incursores pieles verde mientras iban a comerciar con un cargamento desde la propia mina enana de Hikar.

En aquel momento solo tenía dos años. Ya no recordaba nada más.

Los Dunian pertenecían a la burguesía de Rhaven, especificando más, dirigían el gran gremio de mercaderes  y se encargaban de alguna que otra transacción importante y bien pagada. Joyas, armas, esculturas,… labradas por enanos e incluso algunos elfos de ideas más liberales que se interesaran por el comercio “global”. Sueños de nobles de vida proletaria. 

A sus dieciséis años, en contra de lo esperado, Girean, hijo “adoptivo” de Dunian, decidió enrolarse en la vieja comunidad de caballeros de Rhaven, la Orden de Plata.
Pasó las pruebas, tres fueron, las superó con sorpresa notablemente.

Sí… recordó, y que pruebas! Entre en el patio de la primera pensando que me habría de enfrentar a un dragón como aquel…como se llamaba… ¡Ah, sí! El tal Jorge, o Sant Jorge como le llegaron a llamar…

Tu! ¡Estás fuera! ¡Anulado! ¿Me oyes? ¡No vales para estos tipos de tarea!-exclamó el juez, un tipo mayor, de facetas muy arrugadas y una barba espesa.

-Pero monseñor, ¡pasé! ¡Hice el recorrido!

-Así es. Lo hiciste. ¡Y de que forma! ¡Siguiente!

-Maldit…

-¿Como dice?-las arrugas se empezaban a remarcar aun más. Posó la mano sobre la empuñadura de su estilizado flamberge anudado a la espalda-¡Mire! ¡Un caballero es un caballero! ¡Y no alguien que se comporta como un mozo de cuadra de pacotilla! Aquí seleccionamos lo mejor, aquellos aptos para aceptar un rígido código. Así que no me haga actuar severamente. ¡Salga por donde ha venido!

Observé como mientras marchaba a grandes zancadas estrujó con fuerza los puños y blasfemó algo más relacionado con la madre de alguien.

-Muy bien muchacho.- El hombre me miró con aspecto serio. Tuve la sensación de que me sondeaba con su mirada penetrante. No pude aguantarle la mirada.

-¿Cuántos años tienes jovencito?

-Quince señor. ¡Mas dentro de una semana hago mis dieciséis!

-Ummm…-se giró y murmuró algo a dos hombres que tenía en el lado izquirdo, todos con armaduras completas o semicompletas plateadas, tan brillantes que parecía blanco. Levaban el símbolo de un sol rodeado de largos haces de luz que grababan todo el frontal del peto. -Mira chico… Sólo se permite el acceso a partir de los dieciséis… Admiramos tu motivación… pero…

-Monseñor. tuve un sueño… Un sueño que no ha cejado de repetirse desde que nací, algo que me impulsa a convertirme en paladín sea como sea.-dije con una voz cambiada que inspiraba seguridad y decisión.

El juez me miró con los ojos ligeramente abiertos por la sorpresa, se agitó y murmuró a los otros caballeros. Finalmente se dirigió a mi de nuevo.

-Esta bien. Pareces sincero y muy seguro de tus aptitudes… Chico, nunca hemos hecho esto con nadie. Sin embargo no puedo evadirme de la responsabilidad de advertirte lo peligroso de esas pruebas… Su función es encontrar el guerrero perfecto en alma, cuerpo, mente y también en corazón. Pocos son aptos y muchos menos pasan las pruebas.

-Lo tengo en cuenta…

-Bien.-su mirada se hizo más cálida y se dibujó una leve y sincera sonrisa en su anciano rostro.-Mucha suerte chico.

Dos robustos hombres me acompañaron. Pasillo tras pasillo sólo contemplaba maravillas, aquel castillo parecía otra fortaleza dentro de la misma Rhaven. Hasta que nos detuvimos dentro de una sala pequeña donde no había nada mas que una alta mesa de fresno y dos hombres en línea en pie delante de un tercero con la misma labrada armadura que los demás caballeros.

-Fantástico. Ya estamos todos. Gracias Nalk. Gracias Haen.-Era un hombre tan delgado como yo, musculado, tanto que sus delgados bíceps se marcaban en la ajustada cota de malla que recubría cada brazo, y alto, unos dos metros, de ojos verdes rasgados irradiaba un aire de júbilo y optimismo difícil en esos momentos.

-Bien chicos. Mi misión es la de dejaros claros cada punto y cada coma brevemente de lo que va significar vuestra vida en estos momentos, y si la diosa Serea quiere, en los posteriores. -Noté como su mirada me atravesaba dándome ánimos. -Yo no voy hacer vuestro trabajo, por supuesto, pero os digo que una vez tuve que hacerlo para estar hoy aquí. Vosotros, aspirantes, ya habéis dado un primer paso al llegar hasta a mí, pero lo mas difícil aun espera tras esa puerta a mi izquierda. -Señaló una puerta maciza de diseño gótico carente de adornos.  -Abrir bien los ojos y vuestras mentes. Estas pruebas no son simples combates de esgrima. Solo nosotros y los hechiceros podemos enorgullecernos de tener un sistema testador tan infalible y a la vez mortal.

-Os daré un último consejo. Nunca nadie a podido salir de ahí sacando una pauta general que describa de que se trata y como resolver las tres pruebas. Sin embargo, si estáis aquí es porque confiáis en vosotros mismos y os conocéis suficientemente para saber como actuar en cada situación. ¡Adelante!

Entramos todos a la vez. Atravesamos el umbral. Y de repente solo estuve yo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

II





Todo tiene un origen y un final, el camino puede ser más o menos largo en cada caso, pero de cualquier manera, hay una conclusión. Esta teoría tan sencilla es un hecho, mas Darind no parecía ajustarse desde un principio a tales hechos.
Darind, península o más bien isla si no fuera por el retazo de tierra que la unía al resto del Viejo Mundo, llamada la Espina, era un país colosal, tan vasto que asemejaba mas a un continente, de paisajes verdes, húmedos e inviernos gélidos. La capital era Rhaven situada en la zona portuaria de la Costa Dentada al noreste desde el centro del país en la provincia estado de Redrevorn. Rhaven, existente desde tiempos remotos, siempre ha sido el núcleo del comercio entre Darind con el resto de tierras que se extienden por el Mundo, incluso fue el origen de la religión mandante en el resto del mundo, el culto a la diosa Serea, así como núcleo de la logística interior de la península, residencia del rey y el consejo nobiliario formado por todos los monarcas de cada estado en que se dividía el país, como eje político, eje social, eje cultural,… y eje del punto de mira de numerosas naciones.
Así es, la riqueza de Rhaven iniciaba a copiosos, y no menos codiciosos, emprendedores a entablar contacto, ya fuera por medio del mas legal de los legales comercios o por medio de las armas. Por si las moscas, el rey progenitor del actual regente expansionó a un ritmo espectacular sus excedentes militares y sus últimas tecnologías bélicas. Hecho que provocó muchas veces, por no decir invariablemente, que toda empresa hostil fuera barrida antes incluso de atravesar las fronteras.
Darind, en efecto no se ajustaba a los hechos entonces, su evolución parecía imparable, su fuerza militar indestructible, sus lujos incontables. Cuando se hablaba de riqueza continuamente se mencionaba Darind. Allí se reunian multitud de razas y criaturas, elfos, humanos, enanos, gnomos, los Lammen,…Todo absolutamente en contra de los hechos habituales en las demás naciones.
Se instauró innovadores sistemas de combate estratégico, como la creación de marcas en las fronteras, donde todo habitante, no nomás no pagaba prácticamente impuestos, exceptuando el cobijo y manutención a las tropas allí estacionadas, sino que además había de encargarse exclusivamente del bloqueo y repelo de toda invasión. Por supuesto, la marca que tenía el honor de aguantar mayor número de ataques era la del sureste tocante con el inconmensurable Viejo Mundo llamada la Comarca Verde dentro de la provincia Surran en el estado de Sagner.
Pero una vez más Darind, o por qué no decirlo, la “excepcional” Darind, no se ajustaba a hechos comunes, puesto que en los últimos años esta marca quedó, sin sobrepasarse diciendo nula, poco explotada.
El honor pasó a la marca noroeste formada por la provincia de Sterlink en el estado de Norlan, la que señalaba el mundo inexplorado, el oscuro y misterioso mundo allende del mar.
La gloriosa provincia resultaba ahora mucho más acostumbrada al conflicto y la pena. Al desastre de la guerra. Puesto que nunca Darind había experimentado con la cruda guerra, al menos no con esa intensidad.
Los nuevos codiciosos no buscaban Darind, buscaban la dominación absoluta. Se hacía llamar el imperio Dorkarl y se sabía que controlaban tierras muy pasadas la línea del horizonte oeste y norte. Y su emperador Hager Von Klum no se mostraba muy abierto a negociaciones. Rendición incondicional o muerte.
Los pasados excedentes militares se desgastaban en esas tierras. Los oficiales desertaban o descubrían nuevas posibilidades en otros bandos. Crecieron nuevos cultos paganos y oscuros, cultos al sacrificio y el dolor. Aunque nadie quería que se impusiera la nueva cultura. Todo el mundo se vanagloriaba creyendo conocer y asegurando la simpleza de los nuevos invasores, lo que nadie sabía, es que lo que se creía saber solo era la punta de un iceberg mucho mas grande.
El nuevo enemigo al que el Viejo Mundo se enfrentaba era terrible. Un enemigo incansable, misterioso, de guerreros de élite, bien equipados y apoyados por artes desconocidas. El estado mas septentrional de Darind ya estaba prácticamente sometido solo restaba la ciudad fortaleza de las montañas de Brun en la marca de Sterlink. Se contaban día a día las bajas de los asedios. La consumación de Darind parecía, al fin, ser posible incluso probable. El mundo temblaba ante el martillazo de Dorkarl.
El hecho de que la marca de Sterlink fuera ahora el muro de contención y Darind no recibiera ataques en dos frentes, se debía a que el quebradizo Viejo Mundo no se encontraba en situación de perder Darind ante los nuevos invasores y posteriormente resistir la guerra venidera. Así pues, no solo habían cejado de codiciar Darind además incluso se apoyaba el país con ejército regular semestral y cualquier tipo de ayuda en todo momento, incondicionalmente, pero siempre sometido a negociaciones y posibles imprevistos.
Nuestra historia comienza en los finales del año 1098 d.C. (Después de la Caída) y gira alrededor de un hombre que tuvo la oportunidad, algunos pensarán desgracia, de poder cambiar el curso de los acontecimientos. Su nombre fue Girean y su nacimiento ya indicaba la revolución en los cimientos del mundo conocido y los albores de una nueva era.
   

I



En un atardecer helado, oscuro y misterioso cargado de incertidumbre solo era necesario alzar la vista y trabajar un poco las fosas nasales para darse cuenta de la tensión que impregnaban aquellos páramos aquel dia. Pero aquel dia en aquellos páramos había gente valiente.
Los rayos de sol se colaban a través de la visera de su alargado yelmo alado, cosa que le molestaba bastante teniendo los ojos almendrados tan cansados como los tenía últimamente. Hoy no hace frío…, pensó, extraño para un día de pleno invierno…
Era mediados de enero, unas fechas en las que nunca se solía abrir campañas militares, una norma, se podría decir, universal, pero, todo indicaba que nada iba a ser como de costumbre esa vez.
La enorme colina achatada en la que él y su ejército se habían apostado era baja, sobresalía del paisaje monótono y llano que se extendía hacia el oeste, la elevación tenía un gran robledal a las espaldas  lleno de anormalmente enormes robles que de la misma forma anormal conservaban las hojas. Todo parecía extraño por aquellas tierras incluso el tiempo parecía haberse alterado.
-¡Comandante Girean!  ¡Comandante!-  No se molestó en girar la cabeza, sabía de qué se trataba. -¡El enemigo ha sido visto por el noroeste cruzando el río Newa! Nuestros exploradores nos informan de que solo se trata de una avanzada. Pero la fuerza central marcha rauda por el mismo sendero.-Dijo nervioso el robusto hombretón de Rhaven.
-¿Cuándo?
-Probablemente al anochecer milord.
-¿Han habido supervivientes?
-Todos aniquilados.
-Perfecto.
Años hacía ya que le habían asignado proteger la conflictiva frontera norte de las posibles, o más bien, constantes, invasiones. Para ello el Rey mismo le presentó a sus “futuros hombres” una hueste de unos apenas dos mil guerreros entre los cuales destacaban Los 50 de la Compañía Exploradora de Rhuned, el escuadrón de ingenieros de Garra de Halcón y las dos alas de caballería ligera, Orgullo de Rhaven, compuesta por casi quinientos valientes jinetes equipados excepcionalmente con lo mejor de lo mejor que entrara dentro del termino “ligero”. Todo esto sin tener en cuenta su veterana escolta de caballeros “pesados”, tanto hablando de equipamiento, como con el trato con el enemigo, la Guardia Alada,  y los novecientos restantes como fuerza de a pie selecta bien equipados para la guerra a distancia así como también el cuerpo a cuerpo.
Años…, pensó, que honor me pareció aquella “novedad”…
Una ráfaga de viento gélido repentina le despertó de su ensoñación, le recorrió un escalofrío, ¿quizá esta vez fuera el final? Apartó aquel pensamiento que le acechaba siempre en tales circunstancias.
-Muy bien Galn, ordena a todos los oficiales que se preparen a seguir lo planeado. Incluido al impetuoso de Lancel.
-De inmediato.
-Y…
-¿Si milord?- Los ojos oscuros de Galn y su sonrisa levemente torcida daban mucho a entender y contrastaba mucho con el gesto estoico que intentaba aparentar el comandante.
-Pide a Loenneyr que venga.- Girean se ruborizó levemente y desvió sus ojos castaños ante los verdes de su oficial.
Su altura superaba enormemente a la de su capitán aunque en aquellos momentos le parecía encoger.
-Por supuesto señor.
Mientras miraba el vasto campo que se extendía hacia el suroeste húmedo y helado en casi su totalidad, tocó y miró el medallón plateado con forma de halcón con las alas extendidas en posición de caza que llevaba colgado al cuello, gesto que repetía a menudo. Un regalo importante, sentimental, muy valioso para mí decía a sus más allegados, Un talismán de protección heredado de mi familia decía a los curiosos que se atrevían a preguntar.
Solo se oía el ulular constante del frío viento. No se oían animal alguno y mucho menos pájaros. De improviso un cuervo alzo el vuelo pendiéndose de la vista por el oeste.
Girean suspiró. La noche sería muy larga...
Se giró y dirigió sus pasos lentamente a su tienda, bastante modesta para ser de un comandante de cargo noble en Rhaven.