Desde la pequeña apertura de su tienda Girean observaba el ocaso, ensimismado y sumido en pensamientos a veces melancólicos.
Ahora era joven pero una vez aun lo fue más. Recordaba su pasado, la inocencia y despreocupación de la infancia, a pesar que desde pequeño ya se había enseñado que su vida no sería fácil y que debería sobrevivir en vez de vivir en el mayor de los casos.
Sus padres, más bien, padres adoptivos, los Dunian lo encontraron entre los restos de una villa de las montañas Durazk incendiada, atacada por incursores pieles verde mientras iban a comerciar con un cargamento desde la propia mina enana de Hikar.
En aquel momento solo tenía dos años. Ya no recordaba nada más.
Los Dunian pertenecían a la burguesía de Rhaven, especificando más, dirigían el gran gremio de mercaderes y se encargaban de alguna que otra transacción importante y bien pagada. Joyas, armas, esculturas,… labradas por enanos e incluso algunos elfos de ideas más liberales que se interesaran por el comercio “global”. Sueños de nobles de vida proletaria.
A sus dieciséis años, en contra de lo esperado, Girean, hijo “adoptivo” de Dunian, decidió enrolarse en la vieja comunidad de caballeros de Rhaven, la Orden de Plata.
Pasó las pruebas, tres fueron, las superó con sorpresa notablemente.
Sí… recordó, y que pruebas! Entre en el patio de la primera pensando que me habría de enfrentar a un dragón como aquel…como se llamaba… ¡Ah, sí! El tal Jorge, o Sant Jorge como le llegaron a llamar…
-¡Tu! ¡Estás fuera! ¡Anulado! ¿Me oyes? ¡No vales para estos tipos de tarea!-exclamó el juez, un tipo mayor, de facetas muy arrugadas y una barba espesa.
-Pero monseñor, ¡pasé! ¡Hice el recorrido!
-Así es. Lo hiciste. ¡Y de que forma! ¡Siguiente!
-Maldit…
-¿Como dice?-las arrugas se empezaban a remarcar aun más. Posó la mano sobre la empuñadura de su estilizado flamberge anudado a la espalda-¡Mire! ¡Un caballero es un caballero! ¡Y no alguien que se comporta como un mozo de cuadra de pacotilla! Aquí seleccionamos lo mejor, aquellos aptos para aceptar un rígido código. Así que no me haga actuar severamente. ¡Salga por donde ha venido!
Observé como mientras marchaba a grandes zancadas estrujó con fuerza los puños y blasfemó algo más relacionado con la madre de alguien.
-Muy bien muchacho.- El hombre me miró con aspecto serio. Tuve la sensación de que me sondeaba con su mirada penetrante. No pude aguantarle la mirada.
-¿Cuántos años tienes jovencito?
-Quince señor. ¡Mas dentro de una semana hago mis dieciséis!
-Ummm…-se giró y murmuró algo a dos hombres que tenía en el lado izquirdo, todos con armaduras completas o semicompletas plateadas, tan brillantes que parecía blanco. Levaban el símbolo de un sol rodeado de largos haces de luz que grababan todo el frontal del peto. -Mira chico… Sólo se permite el acceso a partir de los dieciséis… Admiramos tu motivación… pero…
-Monseñor. tuve un sueño… Un sueño que no ha cejado de repetirse desde que nací, algo que me impulsa a convertirme en paladín sea como sea.-dije con una voz cambiada que inspiraba seguridad y decisión.
El juez me miró con los ojos ligeramente abiertos por la sorpresa, se agitó y murmuró a los otros caballeros. Finalmente se dirigió a mi de nuevo.
-Esta bien. Pareces sincero y muy seguro de tus aptitudes… Chico, nunca hemos hecho esto con nadie. Sin embargo no puedo evadirme de la responsabilidad de advertirte lo peligroso de esas pruebas… Su función es encontrar el guerrero perfecto en alma, cuerpo, mente y también en corazón. Pocos son aptos y muchos menos pasan las pruebas.
-Lo tengo en cuenta…
-Bien.-su mirada se hizo más cálida y se dibujó una leve y sincera sonrisa en su anciano rostro.-Mucha suerte chico.
Dos robustos hombres me acompañaron. Pasillo tras pasillo sólo contemplaba maravillas, aquel castillo parecía otra fortaleza dentro de la misma Rhaven. Hasta que nos detuvimos dentro de una sala pequeña donde no había nada mas que una alta mesa de fresno y dos hombres en línea en pie delante de un tercero con la misma labrada armadura que los demás caballeros.
-Fantástico. Ya estamos todos. Gracias Nalk. Gracias Haen.-Era un hombre tan delgado como yo, musculado, tanto que sus delgados bíceps se marcaban en la ajustada cota de malla que recubría cada brazo, y alto, unos dos metros, de ojos verdes rasgados irradiaba un aire de júbilo y optimismo difícil en esos momentos.
-Bien chicos. Mi misión es la de dejaros claros cada punto y cada coma brevemente de lo que va significar vuestra vida en estos momentos, y si la diosa Serea quiere, en los posteriores. -Noté como su mirada me atravesaba dándome ánimos. -Yo no voy hacer vuestro trabajo, por supuesto, pero os digo que una vez tuve que hacerlo para estar hoy aquí. Vosotros, aspirantes, ya habéis dado un primer paso al llegar hasta a mí, pero lo mas difícil aun espera tras esa puerta a mi izquierda. -Señaló una puerta maciza de diseño gótico carente de adornos. -Abrir bien los ojos y vuestras mentes. Estas pruebas no son simples combates de esgrima. Solo nosotros y los hechiceros podemos enorgullecernos de tener un sistema testador tan infalible y a la vez mortal.
-Os daré un último consejo. Nunca nadie a podido salir de ahí sacando una pauta general que describa de que se trata y como resolver las tres pruebas. Sin embargo, si estáis aquí es porque confiáis en vosotros mismos y os conocéis suficientemente para saber como actuar en cada situación. ¡Adelante!
Entramos todos a la vez. Atravesamos el umbral. Y de repente solo estuve yo.