Han pasado muchos meses ya, muchas semanas y centenares de
días. Han pasado millares de horas e incontables minutos. Ni un solo segundo he
olvidado aquellas palabras, ni tus gestos, no he dejado atrás tu tacto ni tus
perfumes. Recurrentemente me afloran memorias de frescor y calidez estival.
Remembranzas de épocas pasadas, tiempos más
felices para mi, suelo pensar, cuando todo mal era desterrado al olvido con sólo una mirada y un susurrar
al oído sintiendo tu cercanía.
Olvido que en
ocasiones llamando a la puerta me ofrece: ¡Podría
acabar con todo tan sólo si fueras diferente, si pudieras transformarte!
Sonríe con un gesto de dolor y tristeza. Con
mirada triste oigo su voz, pero yo, encerrado entre mis muros, me veo ligado
por cadenas de deseos y delicada esperanza y desesperanza. Intento gritar impotente
desconsolado al constatar cuan retorcidas son las directrices de Olvido.
Qué seria de mi mismo sin esas lágrimas derivadas de la
congoja. ¿Podría no volver a vivir aquello que una vez gocé? ¿O son sólo sueños
naif que fueron y no serán?
Pensarás que el corazón se compone de sencilla arquitectura
moldeable y reestructurable con la fuerza de voluntades racionales. Qué sólo fue
uno más de tantos, uno que deseó poder alcanzar un pedazo del terreno de los
sueños y tuvo su oportunidad. Qué el tiempo sería mi nuevo sustituto y que
cualquier consuelo se antepondría al dolor. Pensarás que el olvido es posible
para el alma separada, y que la fe brotaría con facilidad de tal disección.
Pensarás que estas cosas suelen suceder en los vientos de la vida mundana, que
la fortaleza es la única columna madre de un mundo de vanidades y valores
postergados. Y, ¿Por qué no?, te hubiera dado la razón en cualquier caso.
Pero incontables minutos han pasado, centenares de días y
demasiados meses y, aquí estoy, me miro al espejo y veo un hombre cambiado por
el peso de tristezas y sueños incumplidos. Ardiente de amor, repleto de cariño
gentil y altruista que vertido por dentro se ahoga al no encontrarte reflejada
a mi derecha. Alargando tu brazo por encima de mi cuello,
imprimiendo tu sello contra destino y disidencias, contra paredes y cristales,
temores y caídas. Concediéndome el placer de la sonrisa al observar tu suave
rostro y tu cabello resplandeciente volcándose sobre mi pecho. Promesas
repetidas de compromiso eterno, de felicidad inacabable. Tan afortunado me he
llegado a sentir a tu lado, tan pleno me he llegado a acostar en el lecho de
fantasías, que olvidando el lugar de donde provenía, allá donde nací, creí ser
capaz de tocar los cielos junto a ti. Nada nos separaría, nada nos rompería.
Pero aquí yazco, aun esperando y clamando a cuerpos celestes desconocidos, ¿qué será de mi?, cuando arrepentido no pude enmendar a su tiempo oportuno. Dejar escapar tus
manos de entre las mías, tus dedos en un último grito de auxilio deslizándose entre
los míos agarrotados.
Aromas y reflejos de sol estival. Luminoso, brillante y
caluroso. Extraño que aquí donde duerma haga tanto frío.
"Extrañar no tiene brazos, pero apreta fuertemente el corazón."
Y aquí te escribe un humilde servidor desde el blog que me creó cierta persona hace un tiempo. Me alegra saber que te has decidido en darle a la escritura, al menos por el momento. Ya sabes que las palabras fluyen a través de los dedos, y tras ellas acude un inmenso desasosiego que ayuda a soportar la adversidad del tiempo.
ResponderEliminarLa vida está llena de historias. Esto no lo sabíamos hace años, y descubrirlo es ciertamente doloroso, pues no todas concurren en un espacio ni en un tiempo deseado. Sin embargo, ¿qué sería de nosotros si no fuéramos partícipes de incontables relatos a la luz de la luna? ¿Qué ánimo se levantaría en nosotros si no tuviéramos la oportunidad de embriagarnos con la melancolía del pasado?
Hay algo claro: que todavía nos queda mucho por hacer, mucho por lo que reír y también mucho por lo que llorar. Y gracias tenemos que dar por ello. Yo he comprendido que hay que huir tan lejos como se pueda de la apatía y de la eterna racionalidad de la vida. Estoy comprendiendo que los días no responden ante el movimiento de la aguja del reloj, sino que son, simple y llanamente, grandes oportunidades de sacarle todo el meollo a este gran regalo que es la existencia.